lunes, 24 de octubre de 2011

Sobre la evaluación en los colegios

La semana pasada, en una de esas reuniones insufribles de padres del colegio de mi hijo, una de las profesoras dijo algo sobre la evaluación que todo el mundo aceptó como muy lógico y que, cuanto más pienso en ello, más dudas me asaltan.
Básicamente, la profesora venía a decir que a los niños hay que evaluarlos en función del esfuerzo que hacen, que tiene más mérito un niño que obtiene un 5 en una prueba pero para obtener dicha nota necesita esforzarse mucho que un 9 obtenido por otro niño sin esfuerzo por su parte. En otras palabras: que el esfuerzo debe ser lo que más se valore a la hora de la evaluación.
Dos son las cuestiones que se me plantean:

  1. ¿Debemos valorar el esfuerzo por encima de otros elementos?
  2. ¿Cómo medimos el esfuerzo?

Me explico: se parte de la base de que no todos tienen la misma inteligencia, la misma memoria y que es injusto calificar en función de dichas capacidades "innatas". Por tanto, la primera duda que me asalta es: ¿la capacidad de esfuerzo no es también algo innato? Evidentemente es algo que podemos trabajar y mejorar, pero también me parece evidente que algunos tienen más capacidad de sufrimiento, de esfuerzo que otros. En este sentido, si somos unos empresarios que tenemos que contratar a alguien para realizar un trabajo, ¿debemos primar a alguien que se esfuerza mucho por realizar dicho trabajo (pero lo hace regular), sobre alguien que, sin esfuerzo aparente, lo realiza a la perfección? En un club de fútbol ¿hay que contratar a uno que mete muchos goles o a otro que se entrena muchísimo? No estoy diciendo que la capacidad de esforzarse no sea una cualidad positiva, simplemente, que es una cualidad que a lo mejor es tan innata o tan perfeccionable como otras que, en algunos casos, estamos demonizando o no valorando adecuadamente.
Tengo dos hijos pequeños de nueve y siete años, los dos son inteligentes, pero el primero es extraordinariamente brillante y el segundo tiene una gran capacidad para el trabajo. Así cada vez que vemos a algún profesor del mayor, siempre nos dicen que podría ser mucho mejor de lo que es si se esforzara más: por supuesto, todos podríamos ser un poco mejores si nos esforzáramos más. Recuerdo que algo parecido me ocurría a mi en el colegio, tenía un compañero que no hacía los exámenes mejor que yo, pero a él siempre le ponían mejores calificaciones "porque se esfuerza más": al cabo del tiempo, cuando yo era el catedrático de universidad más joven de mi área, él seguía preparándose oposiciones (con gran esfuerzo  y dedicación por su parte, eso sí). Del segundo de mis hijos nadie tiene queja porque se esfuerza mucho y trabaja muy bien. Naturalmente, la madre y yo le tenemos que dedicar mucho más horas a vigilar las tareas del primero que las del segundo. Pero la tremenda curiosidad, inventiva, capacidad de relacionar cosas, etc., que tiene nuestro hijo de nueve años parece como si nadie las valorara, como si fuera un handicap: como está tan dotado tiene que rendir más de lo que rinde. Incluso me planteo que cómo medimos el esforzarse de un alumno: a mi hijo pequeño no le cuesta ningún trabajo hacer toda la tarea, escribir todas las páginas que le manden con cuentas repetitivas: no le cuesta esfuerzo esforzarse. 
Incluso en las reuniones con los profesores se llega a algunas situaciones absurdas: una queja común es que no presta atención a lo que explica el profesor, que se distrae mucho, que está en su mundo, pero si le preguntan sobre lo que estaba explicando siempre responde correctamente. ¿Para qué explicamos los profesores? ¿No era para que nuestros alumnos aprendieran?
No he tratado mucho el tema de medir el esfuerzo. Porque creo que en este tema también estamos equivocándonos algo: se viene a entender como la capacidad a realizar labores muy repetitivas. Así, parece que a la hora de evaluar estamos valorando mejor a aquella persona que será un buen trabajador en una cadena de montaje que a alguien con inteligencia e inventiva.
Para terminar, creo que algo fundamental sería plantearnos en todo momento cuáles son las misiones principales de la escuela. En principio se me ocurren dos: por una parte, preparar a los niños para que se desenvuelvan adecuadamente en la sociedad cuando sean adultos: con conocimientos y habilidades, con capacidad para adquirir dichos conocimientos y habilidades y con la ética adecuada para que su relación con los otros miembros de la sociedad y, en segundo lugar, la escuela debe tratar de conseguir que la sociedad en general mejore con el paso de las generaciones. En resumidas cuentas: debemos aspirar a individuos mejores en una sociedad más justa.

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿Cuánto mide el puente de Harvard?

Una de mis ciudades favoritas de EE.UU. es Boston, no es una ciudad muy turística pero tiene un gran encanto. Adicionalmente Boston es la sede de algunas de las mejores universidades del mundo: Harvard y el MIT están allí (y más de cien universidades, pero eso es otra historia), bueno, en realidad, ambas están al otro lado del río Charles: en Cambridge. Y aquí comienza esta historia: un puente, el puente de Harvard, conecta Boston con Cambridge  y a la derecha de dicho puente está el MIT, pues bien, si le preguntas a cualquier estudiante del MIT (o a casi cualquier bostoniano) que cuánto mide el puente de Harvard, te contestará:
"364,4 smoots y una oreja"
Incluso si paseas por el puente (si eres lo suficientemente valiente, lo puedes intentar en el "suave y agradable" invierno bostoniano) verás marcas 10 smoots, 20 smoots, 69 smoots (que sustituye al de 70 smoots, la razón supongo que es obvia) y al final la marca 364,4 smoots + una oreja (originalmente era más, menos una oreja, pero el menos ha desaparecido)
La marca de 50 smoots
La longitud del puente de Harvard
Naturalmente cabe preguntarse qué es un smoots: un smoot es aproximadamente 170 centímetros y más concretamente: un smoot es la altura de Oliver Smoot en Noviembre de 1958. 
Efectivamente, en dicha época, el bueno de Oliver Smoots (estudiante del MIT) y varios de sus compañeros decidieron medir el puente de Harvard: Oliver se tumbaba, sus compañeros marcaban hasta donde llegaba y él se volvía a situar. Llegado un momento, Oliver estaba agotado de tanto tumbarse y fueron sus compañeros los que lo llevaban en brazos y lo iban situando sobre la marca previa.
Smoots en la marca 69 junto a sus compañeros Miller, Mann y Edmiston
Existe una coda curiosa relacionada con la vida profesional de Smoots: se dedicó profesionalmente a la normalización de medidas y presidió dos de las instituciones más prestigiosas en el campo de la normalización: la International Organization for Standardization (ISO) y la American National Standards Institute (ANSI), de la cual se retiró en su jubilación en el 2005.

Oliver Smoots
Para terminar, ni que decir tiene que en la marathon de Boston (una de las más famosas en EE.UU.), los corredores han de recorrer 24777 smoots y que muchos se entrenan usando dicha unidad ("hoy hacemos 10.000 smoots", etc.).